Mensaje 1888: parte 2

Capítulo 2

El seguro derramamiento del Espíritu Santo

 Algunas veces, los alumnos en la escuela han de enfrentar el desafío de tener que estudiar para un examen final en el que todo se reduce a contestar una única pregunta. Pero ésta es tan abarcante y decisiva, que pone a prueba sus capacidades.

Podría muy bien ser que la prueba final para el pueblo de Dios consista en una sola cuestión: ¿Eres capaz de reconocer el derramamiento del Espíritu Santo? Es previsible que haya de verse confrontado a dos demostraciones paralelas: de un lado la auténtica, por parte del Espíritu Santo; y del otro, una extraordinariamente sutil pero falsa imitación. La cuestión única y crucial sería: Di cuál es cual.

Antes del principio del derramamiento de la lluvia tardía en 1888, E. White había declarado que deberíamos afrontar falsificaciones del Espíritu Santo, de carácter muy engañoso. Distinguir entre lo genuino y su falsificación puede determinar nuestro destino eterno:

«Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá en el pueblo del Señor un avivamiento de la piedad primitiva cual no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. El Espíritu y el poder de Dios serán derramados sobre sus hijos… El enemigo de las almas desea impedir esta obra, y antes que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento, tratará de evitarlo introduciendo una falsa imitación. Hará aparecer como que la bendición especial de Dios es derramada sobre las iglesias que pueda colocar bajo su poder seductor; allí se manifestará lo que se considerará como un gran interés por lo religioso. Multitudes se alegrarán de que Dios esté obrando maravillosamente en su favor, cuando, en realidad, la obra provendrá de otro espíritu» (El Conflicto de los Siglos, p. 517).

El título del capítulo en el que se encuentra esa declaración (el 28), reza en el original: «Reavivamientos modernos», y expone muchas de las ideas falsas que fueron populares entre los reavivadores de la última parte del siglo XIX. Ninguna falsificación puede engañar a quien posea una correcta comprensión de la «justificación por la fe». Pero en el siglo pasado había considerable confusión, y hoy hay incluso más. El subjetivismo de los movimientos «pentecostales» modernos tiene sus raíces en los reavivamientos anteriores a 1888, que se extendieron por las iglesias populares.

El movimiento pentecostal moderno ha hecho grandes esfuerzos para captar la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Citaremos un ejemplo:

«En la iglesia cristiana sopla hoy una brisa refrescante, purificadora y vigorizante. Hasta cierto punto, toda denominación siente los efectos de esa brisa…

Ese reavivamiento o renovación carismática, como se la ha llamado, viene de Dios. Fue iniciada por Dios y es llevada adelante por él mismo. Se fortalece por el Espíritu Santo para gloria de Dios. Una vez más el Espíritu Santo se manifiesta a sí mismo con el mismo poder y dones que caracterizó a la era apostólica» (Full Gospel Business Men’s Fellowship Voice, marzo, 1967).

Un miembro de la Iglesia Adventista cuenta su historia tal como aparece en la revista Insight:

«Durante dos años esperé esa… maravillosa experiencia del bautismo… y no la pude encontrar en mi propia iglesia… No estábamos deseando todo cuanto Dios tiene para ofrecernos, ¿comprende?… hablar en lenguas. Pero yo quería lo que Dios quería darme. Y lo buscaba. Dios me hizo derribar las barreras del denominacionalismo, y fui a otros lugares, y finalmente, el 29 de marzo de 1970, en Easter Sunday (Dominical del Este), Dios derramó en mí su Espíritu y me dio la maravillosa evidencia que había prometido -dando el Espíritu manifestación de ello- y habiéndome dado expresión el Espíritu, canté en el maravilloso lenguaje del cielo».

El autor del artículo en el que se cita esta declaración, continúa explicando las circunstancias… los adventistas estaban siendo «convertidos»:

«Lo único de inusual en ese testimonio es que era dado por un adventista. Se encontraba en Riverside (California), en la primavera de 1972, en una reunión en esa ciudad, sede de Full Gospel Business Men’s Fellowship International. La reunión comenzó alabando a Dios por las señales y maravillas. Concluyó con un plan para traer el bautismo del Espíritu Santo, don de lenguas incluido, a la Iglesia Adventista.

Los empresarios presentes ofrecieron 2.500 dólares para enviar la publicación de su organización -The Voice- a los pastores adventistas de todo el mundo. Es una publicación que abunda en milagros, informa de curaciones, lenguas desconocidas, revelaciones proféticas, todos esos fenómenos característicos del movimiento carismático» (Insight, 15 de mayo de 1973, p. 13 y 14).

Si ese «Espíritu Santo» era una falsificación, ¿dónde está el genuino? En alguna parte debe estar el genuino, ya que tenemos estas promesas divinas:

Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, y vuestros mancebos verán visiones y vuestros viejos soñarán sueños. Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo: el sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y será que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Hech. 2:17-21).

Y después de estas cosas vi otro ángel descender del cielo teniendo grande potencia; y la tierra fue alumbrada de su gloria. Y clamó con fortaleza en alta voz, diciendo: Caída es, caída es la grande Babilonia, y es hecha habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles. Porque todas las gentes han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo que decía: Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas (Apoc. 18:1-4).

Hace unos sesenta años, un presidente de la Asociación General reconoció el cumplimiento inicial de la profecía de ese «cuarto ángel» en el mensaje de 1888:

«En el año 1888 fue dado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día un mensaje de despertar muy definido. En aquel tiempo se lo designó «el mensaje de la justicia por la fe». Ambos, el mensaje mismo y la forma en que fue dado, causaron una profunda y duradera impresión en las mentes de los pastores y el pueblo, y el transcurso del tiempo no ha podido borrar de la memoria esta impresión. Hasta hoy día, muchos de los que oyeron el mensaje desde el comienzo, están profundamente interesados y entregados a él. En el transcurso de estos largos años han mantenido la firme convicción, y han acariciado la alegre esperanza de que algún día ese mensaje pueda alcanzar entre nosotros una gran prominencia, y que obre en la iglesia la purificación y regeneración para los que creen que el Señor lo envió» (A.G. Daniells, Christ Our Righteousness, p. 23. Edición en castellano, p. 16 –Inter Euro Publishing–).

Daniells se vio constreñido a añadir: «El mensaje nunca fue aceptado ni anunciado, ni le fue dado libre curso en su debida forma para traer sobre la iglesia las bendiciones sin límite que están contenidas en él» (Id., p. 47 -33-). Las publicaciones denominacionales demuestran la veracidad de la anterior declaración. Con la excepción de los conceptos implícitos en los escritos del Espíritu de Profecía, la investigación indica que en las décadas anteriores y posteriores a 1926, el mensaje de 1888 había quedado tan perdido y enterrado, como Pompeya bajo las cenizas del viejo Vesubio. Podemos tener mucha de la así llamada justificación por la fe, pero es profundamente diferente de la luz que el Señor dio a este pueblo en el mensaje de 1888. Y no solamente el movimiento carismático ha hecho intentos por seducir a la iglesia remanente mediante un evangelio exageradamente subjetivo, sino que el extremo opuesto de un evangelio de tipo calvinista, puramente objetivo, ha tomado ventaja de nuestra amplia ignorancia en cuanto al contenido del mensaje de 1888.

E. White animó a la iglesia a creer que el verdadero derramamiento del Espíritu Santo venía con ese mensaje de 1888:

«En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios… Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu» (1895, Testimonios para los Ministros, p. 91 y 92).

Entre los allegados a E. White, la convicción general era que la lluvia tardía había comenzado. He aquí un ejemplo (habla A.T. Jones):

«Hace poco recibí una carta del hermano [G.B.] Starr en Australia. Leeré dos o tres frases que vienen al dedillo en este punto de nuestro estudio: -La hermana White dice que estamos en la era de la lluvia tardía desde el encuentro de Minneapolis [en 1888]» (General Conference Bulletin, 1893, p. 377).

Dos años antes E.J. Waggoner había reconocido lo siguiente:

«Cuando tenemos una fe firme en que Cristo habita en nosotros, podemos ir a trabajar por otros con poder, y unificar nuestras voces con las de los ángeles del cielo, y entonces el mensaje se abrirá paso con fuerte clamor… Esta noche me gozo en la convicción de que el fuerte clamor está comenzando» (Id., 1891, p. 245 y 246).

Aquí se reproduce el registro de la confesión hecha por la congregación reunida en la Asamblea de la Asociación General de 1893. A.T. Jones pregunta, y la congregación responde:

«Ahora hermanos, ¿cuándo comenzamos como pueblo con el mensaje de la justicia de Cristo? [Uno o dos en el auditorio: ‘Hace tres o cuatro años’. ¿Cuántos?, ¿tres?, ¿o cuatro? [Congregación: ‘Cuatro’] Si; cuatro. ¿Dónde fue? [Congregación: ‘En Minneapolis’] ¿Qué rechazaron pues los hermanos en Minneapolis? [Algunos de la congregación: ‘El fuerte pregón’] ¿Qué es ese mensaje de justicia? El Testimonio nos ha dicho lo que es; el fuerte pregón -la lluvia tardía. Entonces, los hermanos que adoptaron esa postura tremenda en Minneapolis, ¿qué rechazaron? Rechazaron la lluvia tardía, el fuerte pregón del mensaje del tercer ángel» (Id, 1893, p. 183).

Unámonos imaginariamente con la congregación que esa noche escuchaba en atento silencio:

«Y hermanos, ha llegado el momento de retomar esta noche lo que rechazamos allí. Nadie entre nosotros ha sido capaz siquiera de soñar la maravillosa bendición que Dios tenía para nosotros en Minneapolis, y que habríamos podido disfrutar en estos cuatro años, si los corazones hubieran estado dispuestos a recibir el mensaje que Dios envió. Estaríamos cuatro años más adelante, estaríamos en medio de las maravillas del fuerte pregón mismo, esta noche. ¿No nos decía el Espíritu de Profecía allí, en aquel tiempo, que la bendición rondaba sobre nuestras cabezas?» (Id.)

O.A. Olsen, presidente de la Asociación General, fue conmovido por esa presentación. El día siguiente desnudó su alma ante los delegados:

«La presencia de Dios está convirtiendo este lugar en cada vez más solemne. Presumo que nadie entre nosotros ha estado jamás en una reunión como ésta. El Señor está ciertamente acercándose a nosotros, y está revelando las cosas más y más, cosas que no habíamos comprendido ni apreciado tan plenamente hasta ahora…

Anoche tuve un sentimiento de gran solemnidad. El lugar se convirtió para mí en grandioso, en razón de la proximidad de Dios, del solemne testimonio que se nos dio aquí…

Algunos se pueden sentir atribulados por la alusión hecha a Minneapolis. Sé que algunos se han sentido agraviados y afligidos debido a la referencia hecha a ese encuentro, y a la situación allí. Pero téngase presente que la única razón para que alguien se pudiera sentir así es un espíritu obstinado por su parte… El mismo hecho de que uno se sienta agraviado, delata al instante la semilla de la rebelión en el corazón» (Id., p. 188).

Otro de los oradores prominentes en 1893 que reconoció, al menos parcialmente, lo que estaba sucediendo, fue W.W. Prescott:

«Cuando pienso que durante cuatro años hemos estado en el tiempo de la lluvia tardía, y que Dios ha querido derramar su Espíritu para la restauración de esos dones, que su obra podría avanzar con poder; y que desea que nos unamos con gozo en la obra cooperando con él de todo corazón, se me antoja que nosotros hemos sido las manos que han impedido y los pies que no han querido andar; y que más bien que permitir que se quebrante de nuestra alma, ésta se ha resistido» (Id., p. 463).

Desde las amarillentas páginas del Bulletin de 1893 le asalta a uno la expectación de la inminente lluvia tardía. ¡Desde los gloriosos días del clamor de media noche de 1844, los corazones del pueblo de Dios no habían palpitado con una esperanza escatológica tal!

«Entonces, cuando el mensaje de la justicia de Dios -la justicia de Dios que es por la fe de Jesucristo, la obra justa de Dios-, cuando eso se acepta, cuando accedemos a recibirlo y cuando su pueblo lo mantiene, ¿en qué se traduce eso, en relación con la obra de Dios en la tierra? -No pasará mucho tiempo antes que todo sea hecho…

Es ahora el tiempo en el que la obra será acabada en breve, y estamos en medio de las escenas que van a clausurar la historia de este mundo… pero la lluvia tardía es la doctrina de justicia. ¿Cuándo comenzamos como pueblo con el mensaje de la justicia de Cristo? [Uno o dos en el auditorio: ‘Hace tres o cuatro años’. ¿Cuántos?, ¿tres?, ¿o cuatro? [Congregación: ‘Cuatro’] Si, cuatro. ¿Dónde fue? [Congregación: ‘En Minneapolis’]…

Ahora bien, el mensaje de la justicia de Cristo es el fuerte pregón. Es la lluvia tardía» (Id., p. 243).

¿No se habría quedado estupefacta la congregación en aquella noche, de haber sabido que pasaría al menos un largo siglo antes que fuese oído el llamamiento misericordioso de Dios? En la historia de la Iglesia Adventista se han escrito muchos libros desde entonces. Extrañamente, ninguno ha desvelado el significado real del mensaje de 1888 en la historia, excepción hecha del de L.E. Froom, Movement of Destiny, publicado en 1971. Froom identifica sin vacilación el mensaje de 1888 como el comienzo de la lluvia tardía:

«Hubo, pues, en los años noventa, no ya solamente una exposición, sino una manifestación del poder de la justicia por la fe como anticipo del poder destinado a culminar en el fuerte pregón, del cual se dieron manifestaciones prácticas. La hermana White manifestó expresamente que lo que estaba teniendo lugar era en realidad el principio de la lluvia tardía» (p. 345).

«El mensaje de Minneapolis vino e ser preciosísimo para el corazón de [F.H.] Westphal. Dijo que era ‘dulce melodía para su alma’. Regresó a Plainfield, Wisconsin, e hizo saber a la iglesia que la lluvia tardía había comenzado. Como resultado, un granjero vendió su granja, dedicó gran parte de su dinero a la obra del Señor, comenzó a colportar y fue finalmente ordenado para el ministerio» (p. 262).

«Quien niega que el fuerte pregón comenzó a sonar en 1888, impugna la veracidad del Espíritu de Profecía. Quien asevera que la lluvia tardía no comenzó entonces a caer, desafía la integridad del mensaje que Dios nos entregó» (p. 667).

«Como sabe todo estudioso de este tema, esas verdades de 1888 no han alcanzado todavía su plenitud, tal como se nos dice que deben alcanzar y alcanzarán antes y a medida que entramos en nuestra fase final de testificación al mundo. Vendrán a ser entonces de una forma muy definida el centro álgido de nuestra presentación final al mundo. Los ‘movimientos finales’ serán ‘rápidos’, llenos del Espíritu, centrados en Cristo, llenos de mensaje, movimientos sobreabundantes en la justificación por la fe… Las verdades gloriosas de 1888 triunfarán» (p. 521).

La «bienaventurada esperanza» que sostuvo a los pioneros adventistas fue la de ver a Jesús personalmente en su retorno, y ser trasladados sin conocer la muerte. El mensaje de 1888 reavivó esta esperanza de traslación. A.T. Jones citó la declaración que encontramos en Joyas de los Testimonios, tomo I, p. 187: «Los que resisten en cada punto, que soportan cada prueba y vencen, a cualquier precio que sea, han escuchado el consejo del Testigo fiel y recibirán la lluvia tardía, y estarán preparados para la traslación» Por si no pareciese suficiente:

«Hermanos, es aquí donde estamos. Actuemos en consecuencia. Demos gracias al Señor porque se relaciona todavía con nosotros, para salvarnos de nuestros errores y peligros, para guardarnos de los caminos equivocados y para derramar sobre nosotros la lluvia tardía, a fin de que podamos ser trasladados. Eso es lo que el mensaje significa para mí y para vosotros: traslación» (General Conference Bulletin, 1893, p. 185).

Pocos días después volvió al mismo tema:

«Hermanos, ¿no es de gran ánimo el pensamiento de que… la lluvia tardía va a preparar para la traslación? Ahora, ¿dónde debe ser derramada la lluvia tardía, y cuándo? Ahora es el tiempo para la lluvia tardía, ¿y cuándo es el tiempo para el fuerte pregón? [Voz: ‘Ahora’] ¿Para qué va a prepararnos? [Voz: ‘Para la traslación’]. Me anima mucho considerar que las pruebas que el Señor nos está dando ahora son para prepararnos para la traslación. Y cuando viene y nos habla a ti y a mí, es porque quiere trasladarnos, pero no puede trasladar el pecado, ¿no os parece? Por lo tanto, su único propósito al mostrarnos las dimensiones del pecado es poder salvarnos de él y trasladarnos. ¿Nos desanimaremos, pues, cuando él nos manifiesta nuestros pecados? No; agradezcámosle que él nos quiera trasladar, y él quiere hacerlo hasta el punto que quiere alejar nuestros pecados del camino lo antes posible» (Id., p. 205).

La clara apreciación del mensaje de la reforma pro-salud guardó estrecha relación con la noción de preparación para la traslación:

«Ahora, allí mismo hay otra cosa. Estamos viviendo en vista de otra circunstancia terrible, es decir, si ese mensaje que debemos ahora dar no es recibido, lleva aparejada la funesta consecuencia de que se recibirá en su lugar el vino de la ira de Dios… Y la obra que va a enfrentarnos con el hecho aquí referido ya ha empezado. Por lo tanto, ¿no va a dar eso al mensaje de la reforma pro-salud una fuerza de la que no ha gozado hasta ahora? Cuando la reforma pro-salud fue dada al pueblo de Dios fue definida como aquello que prepararía al pueblo para la traslación… Pero debemos pasar por las siete últimas plagas antes de ser trasladados; y si la sangre de un hombre es impura y llena de elementos inapropiados, ¿será capaz de superar ese tiempo, en que el aire estará envenenado de pestilencia? Ciertamente no podrá» (A.T. Jones, Id., p.  8 y 89).

Ocurrió un acontecimiento nacional relevante que llenó la era de 1888 de sorprendente significado. Los adventistas siempre habían creído que de una forma virtualmente simultánea con el derramamiento del Espíritu Santo en la lluvia tardía, vendría la ley dominical nacional prefigurada en la profecía de la marca de la bestia. En dos siglos de historia nacional, el Congreso americano no había estado jamás tan cerca de aprobar una ley dominical nacional como lo estuvo durante el auge de la justificación por la fe en 1888. «En 1888, el senador H.W. Blair de New Hampshire introdujo un documento dominical en el Congreso de Estados Unidos, urgiendo la observancia del domingo en todos los territorios federales como ‘día de adoración’, y también una enmienda educacional-religiosa a la Constitución» (Seventh-Day Adventist Encyclopedia, edición revisada, p. 1437). Justamente después de la sesión de la Asamblea General de 1888 en Minneapolis, E. White escribió:

«Vemos que se están haciendo esfuerzos para restringir nuestras libertades religiosas. La cuestión del domingo está asumiendo grandes proporciones. Se está urgiendo en el Congreso una enmienda a la Constitución, y si prospera, la opresión no tardará» (Review and Herald, 8 de diciembre de 1888).

Apenas había terminado A.T. Jones sus obligaciones en la sesión de la Conferencia General de 1888, cuando fue llamado a Washington, D.C. para hacer una presentación ante el Comité de la Educación y Trabajo del Senado de Estados Unidos, el 13 de diciembre de 1888 («La Ley Nacional Dominical, Discusión de A.T. Jones,» Oakland, California, American Sentinel, 1890). El éxito de Jones al oponerse al documento de Blair hizo, naturalmente, más prominentes las presentaciones sobre la justificación por la fe. La agitación posterior en relación con el domingo, hacia finales de 1893, en la Feria Mundial de Chicago, produjo un clima tenso para los delegados, en la sesión de la Asamblea General de ese año:

«A título de comienzo, y para sentar las bases de lo por venir, echaremos una ojeada a la situación ante nosotros tal cual es esta noche, en el gobierno de Estados Unidos. Y por esta razón, voy a relatar las experiencias de lo escuchado recientemente en Washington» (Bulletin, p. 399).

«Cuando [el Congreso] puso allí esa restricción, y manifestó que los responsables debían firmar un acuerdo para cerrar la Feria Mundial en domingo, -‘el Sabbath cristiano’, como calificó el Congreso al domingo- antes de recibir ninguna remuneración, hubiese podido exigir con el mismo derecho que el director de la Feria Mundial se sometiese al bautismo cristiano antes de poder recibir ningún pago…

Si el Congreso puede definir lo que es el Sabbath cristiano, entonces puede requerir cualquier otra cosa en la religión cristiana» (Id, p. 50).

«Estas son algunas de las cosas que están ocurriendo ante nosotros. Ahora el estudio será sobre lo que pronto va a venir sobre nosotros, en vista de lo que ahora está pasando. Cuando veamos eso, como el Testimonio ha dicho, veremos la necesidad, reconoceremos la necesidad de que el Espíritu Santo sea reconocido, recibido y presentado a la gente. Y aquí es donde estamos, hermanos, como ha dicho el hermano Prescott. La única pregunta es ¿buscaremos a Dios para el poder de su Espíritu Santo?» (Id., p. 52).

Aquellos de entre nuestro pueblo que estaban alerta, resultaron conmovidos, como no podía ser menos. El Congreso había declarado que el «Sabbath cristiano» era el domingo. El clero se manifestaba a punto de pisotear las convicciones de los guardadores del sábado. Nuestro pueblo se mantuvo meditando en ese familiar texto: «Tiempo es de hacer, oh Jehová. Disipado han tu ley» (Sal. 119:126). El pastor Jones hizo un poderoso llamado:

«¿No es esa palabra la oración que Dios ha puesto en nuestros labios en este tiempo?… ¿estáis viviendo día tras día… ante ese terrible hecho, que es tiempo para Dios de actuar, si es que su integridad debe ser mantenida en todo el mundo?… Nos lleva al punto de una consagración tal como la que ninguna de nuestras almas había soñado antes; una tal consagración, una tal devoción, que nos mantenga en la presencia de Dios, con ese grandioso pensamiento de que ‘Tiempo es de hacer, oh Jehová. Disipado han tu ley’ » (Id., p. 73).

La justicia por la fe carece de sentido a menos que motive a la consagración sacrificial y al servicio. El mensaje de Jones y Waggoner era eficaz y práctico por cuanto demandaba y motivaba a una devoción cabal:

«Debemos advertir a la gente del mundo contra este poder [la bestia y su imagen]… y atraerlos fuera de él, hacia Dios. Ahora bien, ¿puedo realizar eso con alguna fuerza, si guardo alguna conexión con el mundo o la mundanalidad? [Congregación: No] Si comparto un espíritu mundano, y una disposición e inclinación mundanas, quiero saber cómo voy a advertir a la gente a separarse enteramente del mundo. ¿Cómo va a haber alguna fuerza en mis palabras para que alguien lo haga?… No importa si usted es un pastor o no, si es un adventista del séptimo día o sólo un profeso adventista… Quiero saber: ¿cómo va a hacer válida esa profesión, si está de alguna manera conectado con este mundo en espíritu, mente, pensamiento, deseos o inclinaciones? No amigo; una conexión con el mundo no mayor que el espesor de un cabello le quitará el poder que debe haber en el llamado para advertir a todos contra ese poder malvado mundanal, al efecto de que puedan separarse completamente de él» (Id., p. 123).

El mensaje era el adecuado a la crisis. Los mensajeros estaban haciendo un llamamiento a la plena consagración al Señor, en lenguaje claro y sencillo:

«Es un espléndido cuadro el que describió el hermano Porter hace poco tiempo; que el profeta buscó a los que daban ese mensaje, pero buscó demasiado bajo. El ángel dijo: ‘Mira más arriba’. Gracias a Dios, están por encima del mundo. Es allí a donde pertenecen. Más arriba del mundo, en un fundamento que Dios ha establecido para que caminen por ella. Y todos aquellos que estén tan abajo que uno tenga que mirar al mundo para verlos, están descalificados para dar el mensaje del tercer ángel. Debemos estar por encima del mundo. Por lo tanto, librémonos de él, hermanos» (Id.).

Llamados como el siguiente son los que indujeron a un granjero de Plainfield, Wisconsin, a vender su granja e implicarse en el trabajo del Señor:

«Hermanos, lo peor que puede pasarle a un adventista con medios es que Dios tenga que pasarlo por alto y buscar a algún otro que esté dispuesto a dar lo que se necesite. Un adventista que vive para sí es el peor hombre en este mundo. Hemos llegado a un punto en el que Dios quiere que empleemos todo cuanto tenemos. Y cuando creemos eso, nuestros medios y nosotros mismos serviremos para su uso. Y su obra pronto será concluida, y entonces no necesitaremos más medios. Esa es la situación actual» (Id., p. 111: Froom, Movement of Destiny, p. 262).

Nunca, desde el clamor de media noche de 1844, se habían conmovido tan profundamente los corazones. ¡Habían comenzado la lluvia tardía y el fuerte pregón! No es extraño que el presidente de la Asociación General dijese: «La presencia de Dios está convirtiendo este lugar en más y más solemne cada vez. Presumo que nadie entre nosotros ha estado jamás en una reunión como ésta». ¿Cómo se habría sentido el lector, de haberse encontrado escuchando estas palabras?:

«Es tiempo de que el mensaje del tercer ángel alcance a toda nación del mundo…

Bien, ¿estamos preparados para ir? Siendo ese el mensaje, ¿no corresponde a cada uno de quienes lo profesan el estar dispuesto a ir hasta lo último de la tierra, cuando Dios lo llame a ir?… Son indignos de la confianza que Dios ha puesto en nosotros en el mensaje del tercer ángel, los que rechazan el llamado de Dios, de ir a la parte que sea del mundo, ¿no es así? Eso nos enfrenta una vez más a una consagración tal como no se haya visto jamás entre los adventistas. Nos emplaza ante una consagración en la que todo, el hogar, la familia, las propiedades, son entregados en las manos de Dios a fin de permitirle llamarnos y enviarnos o enviar nuestros medios donde él determine, y hacer lo que él juzgue oportuno con nosotros…

Estas cosas tal como ahora están, ejercen un impulso sobre la fe sincera mayor del que jamás hayan ejercido anteriormente… Os digo que atraen al hombre. Siento su atracción en mí. Bien, todo cuanto puedo decir, hermanos, es: permitamos que ejerzan su atracción» (Id. p. 110 y 111)

En la misma sesión, el pastor S.N. Haskell tenía similar convicción. Y más tarde fue hasta los lugares remotos de la tierra:

«Entonces, ¿qué haremos si somos poseedores de la gracia? Espero que dejaremos nuestras casas. Espero que estaremos felices de dejar nuestras casas y dedicarlas a la causa de nuestro Señor Jesucristo, y ser los medios para llevar la verdad hasta lo último de la tierra… Si nuestro interés es limitado, haremos unas pocas oraciones -y eso está bien; podemos también enviar algunos periódicos-. No está mal, pero ¿cuántos de nosotros nos daremos a nosotros mismos, rendiremos nuestros intereses y nuestras vidas para estar implicados de tal manera en la obra de Dios que nuestra práctica esté en total armonía con la obra del Señor y Salvador Jesucristo?» (Id., p. 131).

Algunos consagraron de esa manera su todo a Jesús. El mensaje tenía poder. Hasta fueron re-bautizados pastores ordenados [1]. Ese tipo de consagración hablará a los corazones de los pastores:

«Esa es la cuestión, no quién será el más grande en la Asociación, o quién será el mayor en la iglesia, o quién tendrá ésta o aquella posición en la Iglesia o el Consejo. No ciertamente, sino ¿quién se aproximará más a la semejanza con Cristo?» (Id., p. 169).

¿Es ahí donde estamos nosotros hoy?

¿Cuál era el contenido del mensaje de 1888, para tener tal gran poder de conmover los corazones?

Se puede resumir en una palabra: Cristo.

Finalmente, dos pastores adventistas habían vislumbrado el que debe ser nuestro gran tema para el mundo:

«Los adventistas del séptimo día debieran destacarse entre todos los que profesan ser cristianos, en cuanto a levantar a Cristo ante el mundo. La proclamación del mensaje del tercer ángel exige la presentación de la verdad del sábado. Esta verdad, junto con las otras incluidas en el mensaje, ha de ser proclamada; pero el gran centro de atracción, Cristo Jesús, no debe ser dejado a un lado. Es en la cruz de Cristo donde la misericordia y la verdad se encuentran, y donde la justicia y la paz se besan.

El pecador debe ser inducido a mirar al Calvario; con la sencilla fe de un niñito, debe confiar en los méritos del Salvador, aceptar su justicia, creer en su misericordia» (E.G. White, Obreros evangélicos, p. 164 y 165).

Nota:

1. W.S. Hayatt fue uno de ellos (Froom, Movement of Destiny, p. 257); También lo fueron el Dr. Daniel H. Kress y su esposa (ver Under the Guiding Hand, p. 112 y 113). [volver al texto]

¿Veremos en nuestra generación la gloria de Dios desplegada en la consumación de su obra?

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